Lady Godiva de John Collier |
Eran sus ojos
un dulce entramado
de locura.
Sus labios
salvajes
rasgaban
el cielo.
Era ella
la oscura,
la secreta
pócima
en la redoma
del deseo
y la tristeza.
Era también
la belleza
encarnada
y la preciosa
tempestad
que estalla
en la mañana.
Y yo,
loco de amor y agonía,
eternamente oscurecido
ante su cuerpo,
yo la miraba,
rezaba a las piedras
y a los bosques
y a los ríos y las fuentes,
sabiendo que nada,
nada ni nadie en el mundo,
había ahora
que la había visto,
que me pudiera enamorar
y que mi vida sin ella
sería un destierro
y un olvido
y un terrible vagar
por las tierras de los hombres
que no podría soportar.