lunes, 16 de enero de 2012

EL NIÑO QUE LLEVABA UNA NIÑA EN SU INTERIOR

Hay una preciosa "ella-yo" dentro de mí,
y la quiero un puñao, oye
Dedicado a la barriguitas negra que me pedí como regalo cuando era niño...

Desde niño no he tenido muy claro si era hombre o si era mujer.  Es cierto que mi biología era la de chico y mi identidad sexual se iba formando con la atracción hacia lo corporal femenino, pero eso, ya me daba cuenta, era interesante pero poco importante y en modo alguno definitorio. 

Desde siempre que yo recuerde he sido muy consciente de que un ser humano es ante todo eso, un ser, y lo del sexo, pues bueno, una especie de bella manifestación hacia un lado u otro del espectro, ya está.  

De niño siempre me encantaron las barriguitas,
de hecho me pedí la negrita como regalo,
tan linda ella...
Raquel hablaba ayer, tan bien como siempre y con una visión tan cercana como clara, en su blog (qué maravilla de blog que tiene esta mujer biológica cuyos ojos abarcan el universo entero) sobre el yin y el yang, otro “correlato objetivo” (T. S. Eliot y sus acertada termología dixit) de lo masculino-femenino  (pincha AQUÍ si quieres ir allí) y en esto que ando yo esta mañana preparando el tema de los Tudor para mis chicos de la Uned…, y me ha dado por reflexionar un  poco sobre lo maravilloso de ser hombre o mujer biológicamente hablando siendo consciente a la vez de que eso es sólo la punta del iceberg.  Me encanta descubrir mis ragos masculinos y femeninos por igual.  La poesía lírica, por ejemplo, me lleva hacia lo oscuro-silencioso-evanescente femenino, mientras mi pasión por la épica me dirige hacia lo luminoso-jubiloso-celebrativo masculino.  Y cuando todo junto se pone a bailar, eso ya es la bomba, qué os  voy a contar.

Me encanta el mundo simbólico, como buen  animal de símbolos que soy.

Y nada más, que lo cierto es que tengo otras labores que cumplir hoy y sólo quería esbozar unas ideas de buena mañana de lunes, y aconsejaros, sobre todo, la entrada del blog de Raquel.  Mejor que esta, sin duda, y más precisa y preciosa, está claro.  

Os quiero, chicos, os quiero mucho. 

Besotes de calvo enamorado.

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