SHE
por Francisco José Francisco Carrera
Su
boca
sabía
a sangre.
Era
oscura como el silencio que precede a la muerte,
tenebrosa
como el arte putrefacto de la guerra.
Era
dulce su mirada.
Había
matado miles de hombres
porque
su naturaleza divina
se
había pervertido
en
la carne humana que tanto gozaba.
Era
mi vida, mi amada,
mi
mundo entero,
mi
perdición.
En
su cuerpo navegué hacia mares de obsidiana,
prendí
fuego a veleros, castillos y naciones,
me
llevé sus tesoros para ofrecérselos a Ella.
Por
la noche aprendía a salir del cuerpo,
era
una maestra prodigiosa,
me
enseñó a presenciar el origen de los tiempos,
volvía
aterrado de estos viajes,
pero
volvía asimismo iluminado.
Hoy,
en mi exilio de hielo y de plata,
recuerdo
con cierta locura
cuánto
la quise cuando el Imperio
era
Gloria, cuánto la quiero
ahora
que Todo es Ceniza y Vanidad
y
cuánto la volveré a querer
en
cuanto encarne de nuevo
y
la vuelva a recordar.