viernes, 5 de abril de 2013

NIÑA CON OJOS DE ARCOIRIS


Por Francisco José Francisco Carrera

La niña comía rayos de sol con la mirada,
acariciaba con los labios el cemento,
sonreía y canturreaba dulcemente:
era feliz y se le notaba.

La niña crecía cada día en hermosura,
no en esa hermosura de revista y pose vano,
su belleza simplemente consistía
en ser feliz y demostrarlo.

La niña sabía que el mundo era un teatro
y que vivir era jugar a ser humano,
no había olvidado que su origen
estaba más allá de las estrellas.

Los ojos de la niña conjuraban los colores
y a veces, cuando hablaba,
su voz olía a hinojo y hierbabuena,
todo en ella era belleza.

Y cuando la niña se hizo mujer
el universo fue su cuerpo,
un mar infinito palpitaba
entre sus senos
y los ignotos rojos
de sus labios
encendieron
cada triste calle
con el fuego absoluto
de la vida
y el sabor
oscuro y luminoso
que otorga,
cuando llega
de repente,
la pasión.

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