Esta tarde tengo la suerte de dar una conferencia sobre Lenonor de Aquitania en el Campus Universitario Duques de Soria sobre Lenonor de Aquitania. El título que decidí ponerle a la conferencia es el siguiente: LABIOS QUE ILUMINAN, OJOS QUE SUSURRA: LEONOR DE AQUITANIA Y EL CORAZÓN DE LO LÍRICO.
Mi intención es centrarme en una suerte de "relectura lírica" de algunos pasajes de su vida, quisiera desarrollar un viaje un tanto poético, como suelo hacer si me dejan, y me suelen dejar, para ver dónde llegamos, sin pensar realmente en una meta y disfrutando del trayecto.
Quiero agradecer desde aquí su apoyo y ánimo al grupo Antígona, tan necesario todavía en estos días, y a la Universidad de Valladolid, sin ellas, es obvio, mi conferencia no hubiera tenido lugar.
A lo que iba, quisiera recoger en este blog tan "femenino" algunos de los poemas que he compuesto para tal ocasión, para que si tenéis interés en leerlos y no pudisteis asistir a la conferencia podáis hacerlo.
El primero se lo he dedicado a la luz y agua de mi vida (no sin motivo llevo tatuada su esencia en mi muñeca derecha, y qué daño, por cierto, me hizo dicho tatuaje, yo pensando que no me iba a doler y casi me arranco del susto mis pelos de calvo...), Raquel, mi mujer, mi amante, mi amiga, mi confidente, mi secreto más oculto y mi más cantada dulzura, mi, sobre todo, compañera en el viaje de la vida; en este poema recreo uno de los días de fiesta durante la boda de Luis VII y Leonor en el palacio de Ombrière.
El segundo lleva por título Leonor y Enrique, su segundo marido y futuro rey de Inglaterra y soberano, junto a su mujer, del Imperio Angevino. Este va dedicado a mis queridas amigas de la asociación Antigona de Soria, ellas hacen tanto por la igualdad de la mujer que no sabría muy bien por dónde empezar aquí a elogiarlas. Baste, pues, este beso enorme que les envío con sabor a luz y cadencias de esperanza. Del poema me apasiona la figura del dragón..., tan típicamente septentrional y, en especial, inglesa.
En el poema sobre Melusina vuelvo a mis escritos mitológico-narrativos en verso, género que me encanta y que suelo frecuentar (Aracne, Medusa y tantas otras he cantado ya, qué guay...). Lo cierto es que hacía mucho que no escribía en total estado de flujo poético-narrativo y en gran medida la inspiración me ha venido de esa nueva amiga que he conocido desde siempre a través de una de las asignaturas que imparto en la Uned como tutor (I am glad our paths crossed, Ana, thanks for being there, here, or somewhere in between, thanks for being, just that, anyway).
Pero vamos a lo que importa, que como siempre son los poemas..., gracias por seguir ahí, lind@s, hala, un besazo en to las tochas, por precios@s, precis@s y por siempre preciad@s.
Nada más, que espero que os gusten.
LEONOR EN
EL PALACIO DE OMBRIÈRE
por Francisco José Francisco Carrera
para Raquel,
luz y agua y fuego de mi vida,
tus labios fueron el viento,
tus ojos la tempestad...
Levantaba
sus ojos de doncella
bajo el
estrellado manto
del
palacio de Ombrière.
A su
derecha el príncipe
sonreía asustado,
era un
mundo nuevo
el que
habrían de descubrir
aquella
incierta tarde
en el
reino de Francia.
Leonor
susurraba una canción
de su cálida Aquitania
ante el
rostro macilento
de Luis
que callaba,
su
juventud reflejaba
los
destellos de la gloria
a cada
gesto,
a cada
suspiro se encendía
un corazón ya impregnado
de ilusión.
Los
labios dotaron de silencio
las estancias,
los ojos
sellaron el amor.
El resto,
lo sabéis, es ya historia
y la
historia es un sueño
que
solamente es verdad
en los
libros que fueron
escritos
por amor.
por Francisco José Francisco Carrera
para mis amigas de Antígona,
que van haciendo realidad
lo que parecía imposible
algunos años atrás
Los ojos
fueron el
fuego,
la voz
sabía
al musgo
viejo
de los
celtas,
todo en él
le
recordaba
la gloria
de los
imperios
que
murieron
cuando el
mundo
era
joven.
Leonor soñaba
con
Enrique
aun antes
de saber
de su
existencia.
Enrique
el dragón
normando
que habría
de ceñirse la corona
blanca de
Albión.
Leonor,
la dulce voz
de
Aquitania que fue
a su vez
reina
de los
adustos francos.
Hoy,
siglo xxi y ya cansados,
soñamos con ellos,
poderosos
y dulces,
como si
de dioses se tratase.
Pero si
cerramos los ojos,
creedme,
la reina
volverá a ser princesa
y la
princesa volverá a ser dragón.
por Francisco José Francisco Carrera
to Ana,
my new old soul-sister,
forever-blooming spirit
who knows the truth of the world
Dicen las
leyendas
que la
mujer fue
el primer
ser de la creación
en darse
cuenta
de que
beso y verso
son lo
mismo,
que besar
y versar
son
formas de traer la vida
a la
dulzura de las formas
y que la
vida,
nadie lo
pondrá en duda,
es lo único que importa
y lo único que ha de importar.
Así que, queridos míos,
abrid los
ojos y también el corazón,
pues
quiero contaros la historia
de la
bella Melusina
a través de mi canción.
Las
brumas de Escocia
eran la
patria de Elinas,
el Gran
Rey de pelo blanco,
y las
viejas historias del lugar
nos
recuerdan cómo
éste se encontró con la bella Pressina
al borde
de una fuente
oscura y
luminosa a la vez,
y allí entre el musgo y la roca
le
prometió amor eterno.
Pressina,
la de ojos de huracán,
no emitió sonido alguno
pero
sonriendo
le besó.
Quedó el pacto sellado
y sellado
quedó su amor.
Tres
bellas niñas nacieron
de la dichosa unión,
tres
hermosas criaturas
preciosas,
preciadas, precisas,
tres
fueron, fueron tres.
Melusina
fue la primera
con sus
ojos de cristal,
después llegó Meliot,
cuya voz
era de seda,
y
Palatina al fin,
silenciosa
y enigmática
como la lluvia
oscura de Escocia.
Nada podía traer mayor felicidad
a aquellas gloriosas tierras,
pero el
hombre es impaciente
y se
tiende a desesperar
aun
cuando la buena suerte se repita,
y así Pelías, el querido rey
de
Escocia,
no dejaba
de preguntar
a
Pressina que de dónde venía,
que cuál era su verdad,
que le
contara todo,
que diese
detalles sin parar.
Y tanto
insistió que los hados
le
premiaron con un castigo sin igual,
descubrió el secreto
que debía haber permanecido oculto,
su mujer
era un hada,
de ahí sin igual.
Pressina,
pues,
maldijo a
su marido y entristecida
se marchó de vuelta
a la Isla
perdida llevándose
a sus
hijas consigo.
Pero
Melusina, intrépida y salvaje,
quiso
cartas tomar
y
castigar aún más al viejo
y estúpido rey
que no se
supo conformar
con la
mayor Felicidad.
Así, lo encerró en un lugar inaccesible
allí, pensaba,
tendrá la ignota eternidad
para por fin escarmentar.
Su madre
no entiende
tal
afrenta
y la espiral
de venganza aumenta,
ahora es
ella
quien
castiga a Melusina
y le
dice, mirándola a los ojos:
"cada
sábado por la noche,
hija,
en
serpiente
desde los
pies a la cintura
te
convertirás".
Melusina
llora y
grita,
corre sin
mirar atrás
y acaba
llegando a Poitou,
allí ve a Raimondin de Lusignan
y se
enamora.
La luz
recorre sus corazones
y se unen
en el dulce amor
de los
cuerpos que no temen nada más,
se
enamoran,
se unen
en cuerpo y en alma,
se juran
eterna fidelidad.
Sólo una cosa le pide Melusina,
que no
intente nunca
saber qué hace ella
los sábados por la noche,
sólo eso, nada más.
Pero la
historia se repite,
y tras años de inmensa alegría
Raimondin
necesita algo más,
quiere
saber,
trocar
felicidad por verdad,
y como el
padre de su amada
descubre
al final el secreto:
encuentra
a Melusina
en mitad
serpiente convertida
dentro de
una fría gruta del lugar.
Ella
levanta la mirada,
lo ve y
entiende que ya
no hay
vuelta atrás,
ha
llegado el momento
de
avanzar un paso más,
grita y
siente su cuerpo
dejar atrás el agua y el frío
tacto de
las rocas,
llega el
calor, las alas
y el
aprender a volar.
Es un pájaro y desde ahora
surcará majestuosa los cielos
cuidando de los suyos,
creando y creyendo,
para siempre transformando
el mundo con un amor
profundo y dadivoso
que nunca habrá de cesar.
Esta es
la historia de Melusina,
la
historia de una mujer alada y acuática,
la
historia de quien no conoce más límite
que
aquellos que ella misma decida,
que nada,
vuela y camina por igual,
Melusina
es ella misma
y tú, que me escuchas,
eres tú y por eso,
querida mía,
ya eres
también especial.