miércoles, 13 de marzo de 2013

LEONOR DE AQUITANIA Y EL CORAZÓN DE LO LÍRICO

Esta tarde tengo la suerte de dar una conferencia sobre Lenonor de Aquitania en el Campus Universitario Duques de Soria sobre Lenonor de Aquitania.  El título que decidí ponerle a la conferencia es el siguiente: LABIOS QUE ILUMINAN, OJOS QUE SUSURRA: LEONOR DE AQUITANIA Y EL CORAZÓN DE LO LÍRICO.

Mi intención es centrarme en una suerte de "relectura lírica" de algunos pasajes de su vida, quisiera desarrollar un viaje un tanto poético, como suelo hacer si me dejan, y me suelen dejar, para ver dónde llegamos, sin pensar realmente en una meta y disfrutando del trayecto.

Quiero agradecer desde aquí su apoyo y ánimo al grupo Antígona, tan necesario todavía en estos días, y a la Universidad de Valladolid, sin ellas, es obvio, mi conferencia no hubiera tenido lugar.

A lo que iba, quisiera recoger en este blog tan "femenino" algunos de los poemas que he compuesto para tal ocasión, para que si tenéis interés en leerlos y no pudisteis asistir a la conferencia podáis hacerlo.

El primero se lo he dedicado a la luz y agua de mi vida (no sin motivo llevo tatuada su esencia en mi muñeca derecha, y qué daño, por cierto, me hizo dicho tatuaje, yo pensando que no me iba a doler y casi me arranco del susto mis pelos de calvo...), Raquel, mi mujer, mi amante, mi amiga, mi confidente, mi secreto más oculto y mi más cantada dulzura, mi, sobre todo, compañera en el viaje de la vida; en este poema recreo uno de los días de fiesta durante la boda de Luis VII y Leonor en el palacio de Ombrière.

El segundo lleva por título Leonor y Enrique, su segundo marido y futuro rey de Inglaterra y soberano, junto a su mujer, del Imperio Angevino.  Este va dedicado a mis queridas amigas de la asociación Antigona de Soria, ellas hacen tanto por la igualdad de la mujer que no sabría muy bien por dónde empezar aquí a elogiarlas.  Baste, pues, este beso enorme que les envío con sabor a luz y cadencias de esperanza.  Del poema me apasiona la figura del dragón..., tan típicamente septentrional y, en especial, inglesa.

En el poema sobre Melusina vuelvo a mis escritos mitológico-narrativos en verso, género que me encanta y que suelo frecuentar (Aracne, Medusa y tantas otras he cantado ya, qué guay...).  Lo cierto es que hacía mucho que no escribía en total estado de flujo poético-narrativo y en gran medida la inspiración me ha venido de esa nueva amiga que he conocido desde siempre a través de una de las asignaturas que imparto en la Uned como tutor (I am glad our paths crossed, Ana, thanks for being there, here, or somewhere in between, thanks for being, just that, anyway).

Pero vamos a lo que importa, que como siempre son los poemas..., gracias por seguir ahí, lind@s, hala, un besazo en to las tochas, por precios@s, precis@s y por siempre preciad@s.

Nada más, que espero que os gusten.


LEONOR EN EL PALACIO DE OMBRIÈRE
por Francisco José Francisco Carrera

para Raquel,
luz y agua y fuego de mi vida,
tus labios fueron el viento,
tus ojos la tempestad...

Levantaba sus ojos de doncella
bajo el estrellado manto
del palacio de Ombrière.
A su derecha el príncipe
sonreía asustado,
era un mundo nuevo
el que habrían de descubrir
aquella incierta tarde
en el reino de Francia.

Leonor susurraba una canción
de su cálida Aquitania
ante el rostro macilento
de Luis que callaba,
su juventud reflejaba
los destellos de la gloria
a cada gesto,
a cada suspiro se encendía
un corazón ya impregnado
de ilusión.

Los labios dotaron de silencio
las estancias,
los ojos sellaron el amor.
El resto, lo sabéis, es ya historia
y la historia es un sueño
que solamente es verdad
en los libros que fueron
escritos por amor.
 

LEONOR Y ENRIQUE
por Francisco José Francisco Carrera

para mis amigas de Antígona,
que van haciendo realidad
lo que parecía imposible
algunos años atrás

Los ojos
fueron el fuego,
la voz sabía
al musgo viejo
de los celtas,
todo en él
le recordaba
la gloria
de los imperios
que murieron
cuando el mundo
era joven.

Leonor soñaba
con Enrique
aun antes de saber
de su existencia.

Enrique el dragón
normando que habría
de ceñirse la corona
blanca de Albión.

Leonor, la dulce voz
de Aquitania que fue
a su vez reina
de los adustos francos.

Hoy, siglo xxi y ya cansados,
soñamos con ellos,
poderosos y dulces,
como si de dioses se tratase.

Pero si cerramos los ojos,
creedme,
la reina volverá a ser princesa
y la princesa volverá a ser dragón.


LA HISTORIA DE MELUSINA
por Francisco José Francisco Carrera

to Ana,
my new old soul-sister,
forever-blooming spirit
who knows the truth of the world


Dicen las leyendas
que la mujer fue
el primer ser de la creación
en darse cuenta
de que beso y verso
son lo mismo,
que besar y versar
son formas de traer la vida
a la dulzura de las formas
y que la vida,
nadie lo pondrá en duda,
es lo único que importa
y lo único que ha de importar.

Así que, queridos míos,
abrid los ojos y también el corazón,
pues quiero contaros la historia
de la bella Melusina
a través de mi canción.

Las brumas de Escocia
eran la patria de Elinas,
el Gran Rey de pelo blanco,
y las viejas historias del lugar
nos recuerdan cómo
éste se encontró con la bella Pressina
al borde de una fuente
oscura y luminosa a la vez,
y allí entre el musgo y la roca
le prometió amor eterno.
Pressina, la de ojos de huracán,
no emitió sonido alguno
pero sonriendo
le besó.

Quedó el pacto sellado
y sellado quedó su amor.
Tres bellas niñas nacieron
de la dichosa unión,
tres hermosas criaturas 
preciosas, preciadas, precisas,
tres fueron, fueron tres.
Melusina fue la primera
con sus ojos de cristal,
después llegó Meliot,
cuya voz era de seda,
y Palatina al fin,
silenciosa y enigmática
como la lluvia
oscura de Escocia.

Nada podía traer mayor felicidad
a aquellas gloriosas tierras,
pero el hombre es impaciente
y se tiende a desesperar
aun cuando la buena suerte se repita,
y así Pelías, el querido rey
de Escocia,
no dejaba de preguntar
a Pressina que de dónde venía,
que cuál era su verdad,
que le contara todo,
que diese detalles sin parar.

Y tanto insistió que los hados
le premiaron con un castigo sin igual,
descubrió el secreto
que debía haber permanecido oculto,
su mujer era un hada,
de ahí sin igual.

Pressina, pues,
maldijo a su marido y entristecida
se marchó de vuelta
a la Isla perdida llevándose
a sus hijas consigo.
Pero Melusina, intrépida y salvaje,
quiso cartas tomar
y castigar aún más al viejo
y estúpido rey
que no se supo conformar
con la mayor Felicidad.

Así, lo encerró en un lugar inaccesible
allí, pensaba,
tendrá la ignota eternidad
para por fin escarmentar.

Su madre no entiende
tal afrenta
y la espiral de venganza aumenta,
ahora es ella
quien castiga a Melusina
y le dice, mirándola a los ojos:

"cada sábado por la noche,
hija,
en serpiente
desde los pies a la cintura
te convertirás".

Melusina
llora y grita,
corre sin mirar atrás
y acaba llegando a Poitou,
allí ve a Raimondin de Lusignan
y se enamora.
La luz recorre sus corazones
y se unen en el dulce amor
de los cuerpos que no temen nada más,
se enamoran,
se unen en cuerpo y en alma,
se juran eterna fidelidad.

Sólo una cosa le pide Melusina,
que no intente nunca
saber qué hace ella
los sábados por la noche,
sólo eso, nada más.

Pero la historia se repite,
y tras años de inmensa alegría
Raimondin necesita algo más,
quiere saber,
trocar felicidad por verdad,
y como el padre de su amada
descubre al final el secreto:
encuentra a Melusina
en mitad serpiente convertida
dentro de una fría gruta del lugar.

Ella levanta la mirada,
lo ve y entiende que ya
no hay vuelta atrás,
ha llegado el momento
de avanzar un paso más,
grita y siente su cuerpo
dejar atrás el agua y el frío
tacto de las rocas,
llega el calor, las alas
y el aprender a volar.

Es un pájaro y desde ahora
surcará majestuosa los cielos
cuidando de los suyos,
creando y creyendo,
para siempre transformando
el mundo con un amor
profundo y dadivoso
que nunca habrá de cesar.

Esta es la historia de Melusina,
la historia de una mujer alada y acuática,
la historia de quien no conoce más límite
que aquellos que ella misma decida,
que nada, vuela y camina por igual,
Melusina es ella misma
y tú, que me escuchas,
eres tú y por eso,
querida mía,
ya eres también especial.


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