martes, 6 de marzo de 2012

EL PATIO DE RECREO

¿Recordáis aquellos ratos de recreo?

Hoy, entre mis apuntes de clases varias, power-points sobre historia de USA y lecturas diversas sobre el desarrollo de la Creatividad en el aula de Primaria, he sacado un ratillo por fin para acabar un poema que había  empezado a escribir al volver a la docencia presencial universitaria.  Una idea que surgió en una sesión de prácticas fue tomando forma por sí sola y una de esas noches de trabajo empecé a componer un poema sobre la niñez y los recreos, iba a ser un poema cortito pero, como suele pasar, la cosa fue creciendo y acabó, creo, esta mañana tomando esta forma.
Espero que os guste a tod@s.
Besazos enormes desde los ojos de la MEDUSA.

EL PATIO DE RECREO
por Francisco José Francisco Carrera

para todos aquellos que fueron niños y no lo olvidan
y, en especial, para todos aquellos que quieren dedicar sus vidas
a iluminar la niñez de otros

La vida es un eterno
patio de recreo:

todos juntos
gritamos,
saltamos,
jugamos como locos
sin dejar de disfrutar,
pero también nos caemos,
nos rompemos la ropa,
nos ensuciamos las manos
y hasta  nos hacemos daño,
a veces lloramos,
a veces amamos
con el corazón
para fuera,
sangrando
de pura ansiedad
por el otro
sin llegar a entender
la broma oculta
y silenciosa
del amor.

A veces volvemos
a clase con la cara
llena de tierra,
de sol y de esperanza,
otras con barro
en la camisa
y hasta en el alma.

La vida es un eterno
patio de recreo
donde ganamos y perdemos
por igual,
y durante este hermoso juego
que es la vida
nos olvidamos por un segundo
del otro mundo,
el que dicen de verdad
los hombres grises
que han creado el velo
y la amenaza de la Nada.
Esos otros que levantaron
ante nuestros bellos ojos
la sombra y la ilusión
del miedo y la tristeza.

Pero el mundo,
créeme,
es un eterno patio de recreo,
una fiesta sin final,
y hoy, cariño mío,
voy a ir a tu casa
con mis mejores galas
y te voy a sacar a bailar
hasta las tantas,
hasta que la luna
nos devuelva la media
hora de recreo
que, para nosotros,
era pura, inmensa y frágil
eternidad.

Treinta minutos me valen,
hermano mío,
treinta minutos son suficientes
para volverme todo yo
del revés
y así,
con todo para fuera,
saltar y gritar y reír
como lo hacíamos de niños,
sentirme un dios minúsculo
tan humano como divino
que quiere crear creyendo,
que quiere creer creando
y que sabe que nada importa
mucho cuando aprendemos
que jugamos y jugando
aprendemos en qué consiste
amar,
pero amar, eso sí,
de verdad.


No hay comentarios:

Publicar un comentario