Por Francisco José Francisco Carrera
Incluido en el libro Mujer esencial
Hay momentos
en los que recuerdo
la voz
y entonces
dejo
que
la lluvia
escriba
tu
nombre
en mi espalda.
Desde arriba
todo es ligeramente distinto.
Pero yo siempre supe
volar.
El cielo
es mi piel
al amanecer.
Las nubes
son mis senos
en tus manos.
El sol
tu sonrisa
al atardecer.
Los pájaros
son tus besos,
la brisa,
tus caricias.
Te amo tan profundamente
que cada vez me resulta más difícil
saber quién o qué soy yo misma,
quién o qué, tú.
Soy la mujer de cielo,
llama asuta que derrite el hielo,
y en el agua y en la tierra
estoy buscando tus huellas,
querido mío,
y en mis ojos y mi boca
llevaba destilada
tu esencia
incluso antes de probarla.
Tu sabor es mi sabor,
tu silencio, mi palabra.
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