domingo, 18 de abril de 2010

MUJER-PÁJARO

Por Francisco José Francisco Carrera
Incluido en el libro II Mujer esencial.

La mujer-pájaro
lleva la semilla
del perdón
en la mirada.

La mujer-pájaro
muere de amor
cada vez que oye
el aliento del océano.

La mujer-pájaro
lleva en su pico
heridas que sangran
el rocío de la mañana.

La mujer-pájaro
ha sido hombre
en otra vida,
pero no lo recuerda.

Los ojos de la mujer-pájaro
son como fuego líquido,
su boca es un misterio de azul
y su sexo es tan hermoso
como hermoso es el universo.
Pero lo que hace de ella
una maravilla infinita
es el tejido oculto de sus alas.
Las alas de la mujer-pájaro
son las manos de Dios
cuando acarician el cuerpo
desnudo de la Diosa.
Cuando aquello que es Uno
siendo Dos hace el amor
con el amanecer y el polvo
estelar cubre el espacio
infinito llenándolo todo
de vida
y de amor
y de amor a la vida,
a la vida y a la muerte,
pues son la misma.

La mujer-pájaro
ama profundamente
a su hermana-amante,
la mujer-pez,
desde antes de que fueran
ambas concebidas
en la mirada absoluta
de la realidad primera.
La mujer-pájaro
y la mujer-pez
son una y la misma,
pero a la vez
son completamente distintas.
Son un ser de dos caras,
la una alada,
la otra con escamas,
aire y agua mezclados para siempre.

Y se aman tan devotamente
que han empezado a transfigurar
su antigua forma.

La mujer-pez
empieza a desarrollar alas
en su espalda,
la mujer-pájaro
ya muestra
su rostro escamado.

Y yo,
hombre entre los hombres,
mujer entre las mujeres,
ni hombre ni mujer
entre lo que no puede ser
en modo alguno
masculino o femenino,
yo,
simplemente sueño
con estas sirenas de aire y de agua,
sueño que toman mi cuerpo
y lo desgarran,
sueño que me devuelven
mi identidad primera,
antes de tener cuerpo de hombre,
mente de mujer y alma de universo.

Ya soy uno entre sus labios,
como una unidad son,
al fin y al cabo,
la mujer-pájaro y la mujer-pez.

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